Un año civil de 365 o 366 días no puede ser exactamente igual al año solar, que consta de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. En el transcurso del tiempo el intento por remediar a esta "discrepancia” entre el año solar y el año civil ha causado, con el pasar del tiempo notables trastornos.
Según parece en los tiempos de Rómulo y Remo, alrededor del siglo VIII a.C., el año civil era de 304 días, subdivididos en 10 meses. Los nombres de los meses eran los actuales, con excepción de enero y febrero, que no existían. El mes de julio era llamado Quintilis, o sea "quinto mese": sucesivamente fue cambiado en Jullius , por el tribuno Marco Antonio, en honor de Julio Cesar que había nacido en aquel mes. El mes de agosto se llamaba Sextilis, o sea "sexto mes", sucesivamente cambiado por Julio Augustus en Augustus, motivado por el hecho de que en aquel mes había logrado tres victorias que pusieron fin a las guerras. Los meses de septiembre en adelante eran llamados así porque inicialmente eran el séptimo, el octavo, el noveno y el décimo mes del año. Los meses de enero y febrero fueron agregados, según la leyenda, por Numa Pompilio, que de esta manera habría llevado el año a 355 días. Sin embargo la diferencia de aproximadamente diez días y medio entre el año solar y aquel de Numa Pompilio provocó en breve tiempo una notable diferencia entre el desarrollo de las estaciones y él del año civil.
Julio Cesar, en el año 46 a.C., procedió a aplicar una nueva reforma. Luego de haber asignado la duración de 445 días al año 708 de Roma (46 a.C.), que definió ultimus annus confusionis, estableció que la duración del año sería de 365 días, y que cada cuatro años se debería intercalar un día complementario. Con la reforma de Julio Cesar, que estableció así la regla del calendario juliano, el año quedó dividido en 12 meses.
La finalidad de adaptar el calendario civil al año solar, aún no había sido perfectamente lograda, puesto que éste último es aproximadamente once minutos más corto de los 365 días y un cuarto. Esta pequeña diferencia produce la variación de un día entero en aproximadamente 128 años, y de casi tres días en 400 años. Con dicha reforma, que fue denominada gregoriana (y dio inicio al calendario gregoriano), se estableció que debieran ser comunes (en lugar de bisiestos) aquellos años seculares que no fueran divisibles por 400. Con la actuación de la reforma gregoriana se procedió también a corregir los errores que se habían venido acumulando en el pasado: el día sucesivo al del jueves 4 de octubre de 1582 se transformó en viernes 15 de octubre, actuándose de esta manera un salto de 10 días. El calendario gregoriano fue sucesivamente aceptado, aunque de manera gradual, por la mayor parte de los estados civiles.
Según parece en los tiempos de Rómulo y Remo, alrededor del siglo VIII a.C., el año civil era de 304 días, subdivididos en 10 meses. Los nombres de los meses eran los actuales, con excepción de enero y febrero, que no existían. El mes de julio era llamado Quintilis, o sea "quinto mese": sucesivamente fue cambiado en Jullius , por el tribuno Marco Antonio, en honor de Julio Cesar que había nacido en aquel mes. El mes de agosto se llamaba Sextilis, o sea "sexto mes", sucesivamente cambiado por Julio Augustus en Augustus, motivado por el hecho de que en aquel mes había logrado tres victorias que pusieron fin a las guerras. Los meses de septiembre en adelante eran llamados así porque inicialmente eran el séptimo, el octavo, el noveno y el décimo mes del año. Los meses de enero y febrero fueron agregados, según la leyenda, por Numa Pompilio, que de esta manera habría llevado el año a 355 días. Sin embargo la diferencia de aproximadamente diez días y medio entre el año solar y aquel de Numa Pompilio provocó en breve tiempo una notable diferencia entre el desarrollo de las estaciones y él del año civil.
Julio Cesar, en el año 46 a.C., procedió a aplicar una nueva reforma. Luego de haber asignado la duración de 445 días al año 708 de Roma (46 a.C.), que definió ultimus annus confusionis, estableció que la duración del año sería de 365 días, y que cada cuatro años se debería intercalar un día complementario. Con la reforma de Julio Cesar, que estableció así la regla del calendario juliano, el año quedó dividido en 12 meses.
La finalidad de adaptar el calendario civil al año solar, aún no había sido perfectamente lograda, puesto que éste último es aproximadamente once minutos más corto de los 365 días y un cuarto. Esta pequeña diferencia produce la variación de un día entero en aproximadamente 128 años, y de casi tres días en 400 años. Con dicha reforma, que fue denominada gregoriana (y dio inicio al calendario gregoriano), se estableció que debieran ser comunes (en lugar de bisiestos) aquellos años seculares que no fueran divisibles por 400. Con la actuación de la reforma gregoriana se procedió también a corregir los errores que se habían venido acumulando en el pasado: el día sucesivo al del jueves 4 de octubre de 1582 se transformó en viernes 15 de octubre, actuándose de esta manera un salto de 10 días. El calendario gregoriano fue sucesivamente aceptado, aunque de manera gradual, por la mayor parte de los estados civiles.